Una suite de sonetos desde el agua

Una suite de sonetos desde el agua

Soneto desde el agua en madrugada

Las olas que se cuelan por la boca
de esta ensenada bajo luz ambigua
llegan como caricias a una exigua
playa de arena gris a ras de roca.

Una conciencia líquida y barroca
vulnera la estrechez que la amortigua
y mi oído la busca en esa antigua
melodía en azul que el agua toca.

Yo me monto en la tabla y desencallo.
Giro y el remo escribe un remolino
sobre un folio en deriva permanente.

Algo quiero decirte, pero callo,
Calíope querida; sólo atino
a remar rumbo al borde de tu mente.

Soneto desde el agua al mediodía

Miro cómo mi usual caligrafía
ovalada y sutil se desvanece
en este lienzo de agua que parece
arrugarse en la luz del mediodía.

Las florituras que dibuja el remo
son atávicos signos de un lenguaje
en que mi mente cifra este mensaje:
«Nadie puede escapar de Polifemo».

Esto no es la Odisea, es evidente,
mas mientras la quietud de la ensenada
me abisma en lo que yace sumergido,

un canto de sirenas de repente
suena en mi calavera enamorada.
Remo a contracorriente hacia el olvido.

Soneto desde el agua en el ocaso

Noto que la bahía en el ocaso
es un Monet opacado en cuyas manchas
oscilan las siluetas de las lanchas,
los barcos y los yates que rebaso.

Puede que desde cierta perspectiva
mi mente sea un Picasso vacilante,
cada trazo sutil significante
de una idea imprecisa a la deriva.

Si dirijo la vista hacia lo lejos,
la luz oblicua ofrece un espejismo
de absurdos y chispeantes azulejos.

Quizá el arte sea el ojo del abismo,
un tejido nervioso de perplejos
que se ofusca estudiándose a sí mismo.

Soneto desde el agua junto a mi hijo

El retrato de mi hijo sobre el lienzo
vacilante del agua y el futuro
es un Miró de tono verde oscuro
en que se transfigura lo que pienso.

Signos en movimiento abstracto y denso
son lo que capto ahora, aunque procuro
verlo sin sombra en el asombro puro
que a veces me ilumina de lo inmenso.

También este soneto vago muta
–a medida que ahonda nuestro viaje
al centro del azul de la bahía–

del escorzo de mi hijo al de la ruta
donde fluyen la mente y el lenguaje
desde el margen del siempre al todavía.

Pedro Poitevin

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