Gacela
Antes de que la voz solar dijera “lluvia”,
los cometas formaron la primera lluvia.
Una mujer en nubes supo cuánto ansiaba
la lengua de su amante que ella fuera lluvia.
En los ojos de estatua con que mira el cielo
el mendigo, no hay nada, ni siquiera lluvia.
En el parque dos jóvenes caminan juntos.
En la hierba su sombra, y en la acera, lluvia.
Cuando emigré a Illinois con mi paraguas negro,
salí solo a escuchar la mensajera lluvia.
En el verano sueño que en otoño escribo
lo que olvido en invierno: primavera; lluvia.
Fuimos sobre la arena dos arpegios breves
que tocó la sutil titiritera lluvia.
Era un fluir delicado de la mente al mundo:
no era riego cabal de cántaro; era lluvia.
La nota que dejó en mi parabrisas ella
parecía editada por la austera lluvia.
Soy la piedra que sueño y lluvia y tiempo escriben,
pero también soy Pedro que escribiera lluvia.
Pedro Poitevin